Por eso han tenido mejor capacidad de respuesta en los últimos tiempos y cuentan con mayores niveles de organización.
La diferencia entre indígenas y campesinos no indígenas es que los primeros tienen mayor cohesión social producto de su tradición cultural. También los indígenas han sido víctimas del genocidio a cuenta gotas que se ha desatado en el actual gobierno, repitiendo ciclos de violencia de décadas y siglos pasados. La fuerza comunitaria indígena saca la cara por el campesinado diezmado por la violencia de los acaparadores de tierra legales e ilegales. La Minga, en contraste, es la voz del país rural marginado, la voz de los que fecundan la tierra con sus propias manos y alimentan con sus frutos al país urbano. Un fenómeno político que se mueve como pez en el agua en el lucrativo deporte de la corrupción, la contratocracia y el clientelismo, y bien capaz de combinar todas las formas de lucha (al fin y al cabo “plomo es lo que hay”). Esa digna independencia probada de las comunidades indígenas contrasta con la indigna dependencia de los poderes económicos que tienen los comunicadores dedicados a desinformar a la audiencia colombiana, tal y como se oyó esta semana en el audio filtrado con la ilustrativa escena a micrófono abierto de la periodista del Clan Gnecco.Įl uribismo y la Minga indígena son auténticas representaciones de dos pedazos bien disímiles de la colombianidad.Įl uribismo es hoy el verdadero Partido Conservador, heredero del falangismo y la Regeneración, uña y mugre del paramilitarismo.Įl uribismo es hoy el verdadero partido conservador, heredero del falangismo y la Regeneración (como sustenté en columna anterior), uña y mugre del paramilitarismo, representante elocuente de las élites agrarias, sectores gremiales privilegiados y mafias de todo tipo. Sin embargo, cae sobre la marcha un aguacero de macartización y deslegitimación como la bodega uribista bien sabe hacer, utilizando el viejo truco de vincular al proceso social legítimo de protesta y reivindicaciones con fuerzas oscuras clandestinas.Įs bien sabido cómo las comunidades indígenas han puesto en la raya una y otra vez a las antiguas FARC y al ELN, así como han tenido que enfrentar a mafias, narcotraficantes y bacrim o a terratenientes que utilizan a la fuerza pública como si fuese su ejército particular. Desde la Colombia rural marginada llega a Bogotá la Minga, una gran movilización indígena pacífica y multicolor.